Arida Cutis

Una mirada al presente y futuro de las zonas áridas desde la ecología. Hablaremos de temas y lugares que nos acercarán a comprender mejor los ambientes áridos, cómo los estudiamos y cómo están cambiando en respuesta al cambio global en el que estamos inmersos.


Harmusch, una década buscando fauna sahariana

Reflotamos esta entrada sobre la Asociación Harmush, que ha quedado anticuada porque han pasado ya catorce años desde que inició su andadura. A la hora de reescribir estas líneas dos todoterrenos cargados con harmusches prospectan el desierto sahariano en busca de fauna. Tras el infausto parón provocado por la pandemia y otros avatares, por fin retomamos nuestras operaciones en el desierto las pasadas navidades. Para completar esta entrada, el lector puede echar un vistazo al artículo recientemente publicado en Mètode.

Es difícil precisar en qué momento un grupo de amigos se convierte en un equipo de investigación. Los orígenes de Harmusch son así de difusos, pero sabemos con certeza que fue en 2010 cuando, formalmente, nos constituimos en un afanado grupo de biólogos y naturalistas con una serie de objetivos muy concretos. En 2014 nos legalizamos al convertirnos en Asociación, un trámite más fácil y rápido de lo esperado cuya principal duda fue explicar el nombre elegido. Al funcionario de turno le explicamos que Harmusch es el nombre en hasaní (también hubo que aclarar que es eso del hasaní) de la gacela de Cuvier (Gazella cuvieri), una de tantas especies vapuleadas por furtivos y demás fauna bípeda. Para nosotros quedó que aquel era nuestro pequeño homenaje a una de tantas especies al borde de la extinción y, también, un tributo a los hermosos paisajes saharianos

Bajo este marco jurídico es posible desarrollar una serie de actividades que al final han resultado esenciales, como firmar convenios, participar en convocatorias de proyectos u obtener permisos para transitar por determinadas zonas. Esto nos ha permitido establecer marcos de colaboración con importantes instituciones científicas, como la Estación Experimental de Zonas Áridas (CSIC), el Instituto Científico de Rabat, el Centro de Investigação em Biodiversidade e Recursos Genéticos (CIBIO) de Portugal o la Estación Biológica de Doñana (CSIC). Además, hemos conseguido ayudas financieras clave para mejorar nuestros medios operativos y sufragar parte de los gastos, como la beca de la Fundación Zoo Barcelona.

El Sahara Atlántico ofrece un paisaje más variado de lo esperado y una biodiversidad sorprendente. Foto de Asociación Harmusch.

Varios miembros del grupo, si no todos, habían visitado Marruecos y otras zonas áridas del planeta con motivo de distintas expediciones de trasfondo naturalista. Dar bandazos por las sierras y bosques ibéricos, con los prismáticos colgados del pescuezo y atentos a las huellas que cruzaban los caminos, era moneda común para gran parte de los miembros que forman la Asociación Harmusch. Poco a poco fue operando una especie de selección natural que unió nuestros destinos y el sur de Marruecos se convirtió en el objetivo de una serie de expediciones que consolidaron vínculos y canalizaron nuestro entusiasmo. La proximidad del Sahara y las andanzas de naturalistas como Valverde fueron las chispas que terminaron de encender la hoguera. Al recorrer aquellos espacios, ahora prácticamente vacíos, nos gustaba imaginar lo que habíamos leído en los textos del mítico naturalista: Rebaños de dorcas (Gazella dorcas) corriendo por los reg (llanuras pedregosas), lobo dorado norteamericano (Canis lupaster) -anteriormente conocidos como chacales (Canis aureus)- al acecho, gatos de las arenas (Felis margarita) imprimiendo sus huellas en las dunas o bandadas de avestruces (Struthio camelus) dando enormes zancadas en paralelo a los land rover.

Con el tiempo nos fuimos haciendo con el terreno, exploramos recovecos inimaginables y dimos con algunos de esos especímenes que están al borde de la extinción o incluso se consideraban desaparecidos de la región. Descubrir excrementos, huellas y seguirlos hasta dar con un par de gacelas de Cuvier produce una emoción indescriptible.

Gacela de Cuvier, el emblema de nuestra Asociación, sorprendida con una cámara-trampa. Foto de Asociación Harmusch.

Fueron estos primeros avistamientos, seguidos de otros de fenecos (Vulpes zerda), zorro de Rüpell (Vulpes rueppellii) o el fascinante lagarto de cola espinosa (Uromastyx nigriventris), los que nos ayudaron a comprender que aún quedaban trocitos de aquel paraíso que fue el Sahara Atlántico y que inventariar la fauna existente y hacer todo lo posible para la conservación de la zona podía ser una tarea tan fascinante como necesaria. Al cabo de pocos años la información apuntada en nuestros cuadernos de campo era abundante y jugosa. Entonces empezaron a tomar forma los primeros estudios, fundamentalmente concentrados en nuestra zona de estudio primordial, el cuadrante norte del Sahara Atlántico. Se trata de un territorio de unos 20.000 km2, comprendido entre el bajo Draa, los montes de Aydar y la región de Sequiat al Hamra. Ya no salíamos de manera más o menos aleatoria, sino con un plan trazado con meses de antelación que miraba al futuro. Las periódicas reuniones de Harmusch, siempre coronadas por una buena pitanza al albor de proyecciones fotográficas de expediciones anteriores, determinaban el rumbo de la Asociación y sus siguientes metas. Gracias a la multidisciplinariedad del grupo contábamos con gente para todo. Los amigos de los micromamíferos se encargaban de poner trampas que revisaban minuciosamente cada mañana, antes de desayunar junto a los rescoldos de la hoguera de la noche anterior.

Algunos representantes de la fauna avistada: Arriba, musaraña elefante (Elephantulus rozeti); Abajo, lagarto de cola espinosa o dob (Uromastyx nigriventris). Fotos de Asociación Harmusch.

Otros levantaban piedras sin descanso y se colaban en cada aljibe o pozo que se pusiese a tiro, en busca de reptiles y anfibios. Los pajareros anotaban todos y cada uno de los paseriformes, rapaces o anátidas que se cruzaban en nuestro camino. En ruta, varios pares de ojos escrudiñaban el paisaje en busca de siluetas, aves en los cables de la luz o animales atropellados. Es digno de recordar aquellos frenazos en medio de la nada para salir como locos del coche y volcarse sobre el cadáver aplastado de un lagarto de cola espinosa o un pequeño ratón. La gendarmería marroquí no compartía nuestro entusiasmo por la amalgama sangrienta de tripas y escamas, y mucho menos por pasar de 100 a 0 km/h en un suspiro. Los especialistas en huellas eran como sioux capaces de revelarnos si por allí había pasado una gacela macho o hembra. A veces, en el delirio que produce caminar bajo el sol tantas horas, bromeábamos acerca de si la profundidad de la pezuña en la arena podría decirnos algo sobre el tamaño de su cornamenta. Por la noche, los más fervientes amigos de los carnívoros salían a buscar vida nocturna. Mientras tanto una red de cámaras trampas, que se ha ido tupiendo con los años, iba registrando el movimiento faunístico del lugar. Gracias a ellas hemos podido sacar a la luz unos cuantos fantasmas, como el ratel (Mellivora capensis), la hiena rayada (Hyaena hyaena), o el gato de las arenas (Felis margarita) –es la distribución más septentrional documentada–, y aprender sobre sus hábitos.

Las cámaras-trampa han sido una herramienta fundamental para aflorar la fauna que esconde en desierto. Arriba, Ratel (Mellivora capensis); Abajo, zorro de Rüpell (Vulpes rueppellii). Fotos de Asociación Harmusch.

A base de ir solapando expediciones, caminar kilómetros por el desierto, desplegar telescopios para barrer planicies, escudriñar cuevas y relieves, destrozar mil pares de botas caminando entre lascas, jugarse el pellejo cruzando terreno minado, pasar frío, calor y sed, hemos consolidado un exhaustivo conocimiento del territorio. Ello incluye aspectos geográficos, etnográficos, geológicos y culturales pero, sobre todo, zoológicos.

La principal conclusión, después de todos estos años de dar bandazos por el desierto, es su sorprendente biodiversidad. Esto vuelve a poner de manifiesto que los procesos de desertificación nada tienen que ver con los desiertos. El único punto en común entre estos ricos ecosistemas y los procesos de degradación es la baja productividad. En el caso de los desiertos está completamente relacionada con el paupérrimo balance hídrico, mientras que en la desertificación se desencadena por una mala gestión de los recursos naturales.

Nuestra zona de estudio, en concreto, es una de las que más carnívoros y ungulados silvestres albergan del noroeste de África. Hemos detectado doce especies de carnívoros (por fototrampeo y genética), incluyendo el caracal (Caracal caracal), y tenemos la fundada esperanza de ver un guepardo sahariano (Acinonyx jubatus hecki) descansando en un bosquete de acacias; no dejamos de buscar su rastro en cada árbol que vemos. Además, estamos obteniendo valiosa información sobre distintos aspectos biológicos de alguna de estas especies. Por ejemplo, nuestro trabajo ha demostrado que los rateles, aparte de ser mayoritariamente nocturnos (aspecto que podemos estudiar gracias al foto-trampeo), se han especializado en el Sáhara Atlántico en la captura de los enormes lagartos de cola espinosa. Este reptil representa algo más del 70% de la dieta del ratel en el Sáhara Atlántico y, por otro lado, es un recurso que apenas comparte con los otros carnívoros con los que coexiste, como lobos dorados norteafricanos (Canis anthus), zorros rojos (Vulpes vulpes) o gatos monteses (Felis s. lybica). Se trata, en definitiva, de un interesante ejemplo de segregación de nicho trófico.

Huella de gato montés (Felis s. lybica). Foto de Asociación Harmusch.

Especial atención hemos dedicado a los ungulados. Frente a las tres especies extinguidas –órix de cuernos de cimitarra (Ory dammah), addax (Addax nosomaculatus) y antílope Mohor (Nanger dama mohor)– hay otras tres que ofrecen la esperanza de recuperar el antiguo ecosistema. La especie más abundante en nuestros estudios es la Gacela de Cuvier, siempre asociada a la orografía más complicada. Hemos constatado su reproducción en el hiperárido y una presencia más que significativa en el límite meridional de su distribución. También hemos identificado las áreas óptimas para estas especies con modelos de distribución. El arruí (Ammotragus lervia) resiste acantonado en la zona más abrupta y cualquier intento por recolonizar terrenos más accesibles llama la atención de los cazadores furtivos. Por último, la situación de la gacela dorcas parece realmente al límite. Apenas la hemos conseguido ver después de tantos años dando bandazos por la zona y tampoco es muy habitual en el fototrampeo. La caza ha hecho que abandone las llanuras y busque refugio en la zona más montaraz, el hábitat más típico de la Cuvier.

En nuestros transectos por el desierto hemos topado con fauna menos emblemática pero no por ello menos importante. Podemos destacar mamíferos como el puercoespín (Hystrix cristata) o la liebre de sabana (Lepus microstis), numerosos micromamíferos y un murciélago (Rhinopoma hardwickii). Los listados ornitológicos elaborados son amplios -ratonero moro (Buteo rufinus), halcón de borní (Falco biarmicus), etc.- y los atlas herpetológicos ya no aparecen en blanco por donde hemos pasado.

Tratamos de que ninguna forma de vida escape a nuestra observación. En este caso un bando de gangas moteadas (Pterocles senegallus). Foto de Asociación Harmusch.

Tras unos primeros años de trabajo de campo en exclusiva, hemos ido sacando a la luz estos descubrimientos en foros académicos y científicos, además de divulgarlos en otros muchos ámbitos. Hemos realizado diversas comunicaciones científicas en Congresos, como el de la SECEM (Sociedad Española para la Conservación y Estudio de los Mamíferos) o el Grupo de Interés Sahelo-Sahariano, y publicado dos trabajos en la revista Quercus (Tras los pasos de Valverde y los resultados de una campaña de fototrampeo). En el libro Expediciones zoológicas al Sahara Atlántico, quisimos mostrar el inventario faunístico realizado hasta la fecha, además de aderezar el texto con las vivencias del grupo por el desierto. Con el tiempo hemos podido publicar en revistas científicas de alto impacto, como Oryx o Scientific Reports. El enorme caudal de datos que vamos generando y procesando está dando forma a una tesis doctoral, además de aportar datos a otra y vislumbrar nuevas publicaciones.

Más allá de ampliar el conocimiento científico de este ecosistema y las especies que lo habitan, uno de los principales objetivos es consolidar figuras de protección para estas zonas. Los acuerdos firmados con universidades, como la Mohammed V o la Rey Juan Carlos, e instituciones como el Alto Comisionado de Aguas, Bosques y Lucha contra la Desertificación del Gobierno de Marruecos, nos han permitido avanzar en este sentido. Muchos de los proyectos que solicitamos, como el que nos concedió la Fundación Zoo de Barcelona, nos sirven para esgrimir argumentos a favor de esta iniciativa, mostrando la fauna que aún sobrevive en estos parajes y abriendo las puertas a un futuro que proteja la fauna en lugar de abatirla. También hemos podido ir afianzando lazos con asociaciones naturalista locales (como la Asociación Naturalista ATBHED, de Assa), cuyo interés e iniciativa en proteger sus recursos naturales hay que apoyar desde Europa.

Campamento de pastores de dromedarios. El nomadeo es práctica habitual por estos parajes. Foto de Asociación Harmusch.

Si una de las experiencias más cálidas y humanas que hemos tenido ha sido compartir té, tabaco y naranjas con la población local, toparse con furtivos en lugares tan aislados es desagradable y un tanto peligroso. Ser testigo de cómo matan por diversión a los escasos ejemplares que sobreviven en esos duros parajes da rabia y genera impotencia; además, uno se convierte en un testigo incómodo. La única posibilidad para revertir esta situación es proteger la zona y convertir la observación de esta fauna en una fuente de ingresos.

Probablemente, la razón que explica nuestro éxito –que es, ni más ni menos, seguir siendo una piña y tener la posibilidad de viajar por el desierto y dejarnos sorprender por lo que en esa ocasión nos quiera mostrar– es que no hemos dejado de ser colegas. La profesionalidad no está reñida con la amistad. Tampoco esto es algo nuevo y de hecho hay un magnífico trabajo sobre ello de Fernando T. Maestre en el que se detallan 10 reglas fundamentales para mantener la cohesión de un grupo de investigación y mejorar sus resultados. Harmusch sigue siendo Harmusch porque hay buen rollo. No hay otra manera. El desierto pone a prueba a la gente, las situaciones son duras, muchas veces surgen problemas (¡no hay cobertura!), hay roces, desacuerdos y, si cada uno tirase por su lado, todo se iría a pique. Hay que mantenerse unidos pase lo que pase. Y si eres colega es más fácil. Han pasado diez años desde que comenzó nuestra andadura. En el desierto aguardan desde nuestra última incursión, allá por navidades, varias decenas de cámaras-trampa. Estamos ansiosos por ver las miles de fotos que se han tomado durante estos once meses. La pandemia y el recrudecimiento del conflicto entre el Frente Polisario y Marruecos nos están poniendo las cosas difíciles. Procederemos como solemos hacer: paciencia y a esperar nuestra oportunidad. Así es como ha sobrevivido la fauna durante milenios en aquellos duros y hermosos parajes. Sigamos su ejemplo.

El caso de Harmusch no es el único, afortunadamente existen numerosas asociaciones cuya finalidad es la conservación y estudio de la fauna y flora en tierras secas. El trabajo de ANSE (Asociación de Naturalistas del Sureste) o SIECE (Sociedad Ibérica para el Estudio y Conservación de los Ecosistemas) son otros magníficos ejemplos, y hay muchos más (estaremos encantados de recibir vuestros favoritos en los comentarios). ANSE tiene numerosos programas de seguimiento y conservación de especies emblemáticas, como la canastera común (Glareola pratincola) o la cerceta pardilla (Marmaronetta angustirostris), y lidera proyectos LIFE, financiados con fondos europeos, para la conservación de ecosistemas de ribera y humedales de gran valor ambiental. SIECE, por otro lado, participa en el emblemático proyecto LIFE “Olivares vivos”, ofreciendo un camino de reencuentro entre las explotaciones de olivar económicamente rentables y la conservación de la biodiversidad y la fertilidad del suelo (podéis ver una charla al respecto aquí). Aunque quizás una de sus aportaciones más importantes es la identificación y seguimiento en puntos negros relacionados con altas tasas de mortalidad de aves debido a tendidos eléctricos mal diseñados, o la eterna lucha entre la conservación de los fringílidos de nuestro país y su caza ilegal. Son sólo algunos ejemplos de la importancia de la actividad y el tesón de los naturalistas para la conservación de una fauna y flora única, y del enorme potencial de colaboración entre los científicos y estas asociaciones para gestionar mejor y de manera más eficiente unos parajes de enorme valor ambiental. Unos conocen perfectamente la taxonomía y hábitos de estas especies, los otros ofrecen una manera sistemática de muestrear dicha diversidad y el conocimiento para analizar y difundir esta información.

La aventura continua… Puedes seguir a Harmusch en: Blog | Facebook. Foto de Asociación Harmusch.



Una respuesta a “Harmusch, una década buscando fauna sahariana”

  1. Avatar de Gregorio Cerezo Espin
    Gregorio Cerezo Espin

    Enhorabuena gentes de Harmusch por vuestros magníficos y más que necesarios trabajos y observaciones y por sobrevivir a acontecimientos desfavorables que han sucedido.

    Sois la hostia.

    Me gusta

Deja un comentario

LOS EDITORES DEL BLOG

Fernando T. Maestre es profesor en la King Abdullah University of Science and Technology y miembro de la Real Academia de las Ciencias. Su actividad investigadora le ha llevado a trabajar en zonas áridas de seis continentes y ha derivado en más de 300 publicaciones científicas y de divulgación. Sus contribuciones al estudio de las zonas áridas y la búsqueda de soluciones a su problemática ambiental han sido reconocidas por premios como el Rei Jaume I, Categoría de Protección del Medio Ambiente (2020), y el Premio Nacional de Investigación Alejandro Malaspina (2022). Laboratorio de Ecología de Zonas Áridas y Cambio Global de la Universidad de Alicante

Santiago Soliveres Codina, profesor titular de la Universidad de Alicante, es un ecólogo interesado en las interacciones entre plantas, cómo se ensamblan las comunidades bióticas, las relaciones entre la diversidad y el funcionamiento del ecosistema, el efecto del pastoreo, cambios en el clima o el uso de la tierra en la biodiversidad, la restauración de ecosistemas antropizados, y la ecología de las costras biológicas del suelo. La mayor parte de mi investigación se centra en tierras secas. CodinaLab.

Jaime Martínez Valderrama es científico titular de la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC. Es especialista en desertificación y Cambio global. Apasionado de las montañas y los desiertos, es acérrimo partidario del enfoque holístico para comprender el funcionamiento de los socio-ecosistemas. Además es escritor y divulgador destacando, en este contexto, su libro Los desiertos y la desertificación.

Newsletter

Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar