Arida Cutis

Una mirada al presente y futuro de las zonas áridas desde la ecología. Hablaremos de temas y lugares que nos acercarán a comprender mejor los ambientes áridos, cómo los estudiamos y cómo están cambiando en respuesta al cambio global en el que estamos inmersos.


El Mar Menor y los regadíos intensivos: un colapso anunciado y reiteradamente negado

No puede ser más oportuna esta entrada sobre el sobredimensionamiento del regadío y sus consecuencias en el medio. Los autores, Miguel Ángel Esteve Selma (Universidad de Murcia) y Julia Martínez Fernández (Fundación Nueva Cultura del Agua) llevan repitiendo el mensaje años -si no décadas- lo que lleva a una conclusión inmediata: no se trata de coyunturas, el problema es estructural, y hemos de replantearnos nuestra relación con el medio.

El Mar Menor es una de las mayores lagunas litorales del Mediterráneo y ocupa unas 13.500 hectáreas de la costa de la Región de Murcia. Hasta hace unos pocos años (2016) se caracterizaba por unas aguas hipersalinas y cristalinas, que la diferenciaba de otras muchas lagunas litorales europeas de aguas turbias y salobres. Esa transparencia era fruto de unas aguas oligotróficas (escasez de nutrientes) y permitía la existencia de una laguna controlada por el fitobentos (las comunidades de plantas ancladas en el sedimento lagunar), al llegar la luz al fondo sin problemas.

Antes de la crisis actual, el Mar Menor había sufrido la presión de la minería de metales, con vertidos masivos al principio y drenaje de las estructuras mineras residuales después y la de la actividad urbanística y sus infraestructuras turísticas asociadas (urbanizaciones, playas artificiales y puertos deportivos). Estos factores alteraron la laguna pero no cambiaron sustancialmente su funcionamiento básico.

La presente crisis tiene sus orígenes en la puesta en regadío de la mayor parte del Campo de Cartagena a raíz de la llegada del Trasvase Tajo Segura, a principios de los 80. En sucesivos periodos y con distinto grado de legalidad, se incrementaron los regadíos hasta acercarse a las 60.000 hectáreas. Trabajos realizados con teledetección han mostrado que sólo entre 1988 y 2009 el regadío de la cuenca pasó de unas 25.150 hectáreas a unas 62.000 (Carreño Fructuoso, 2015). Cada hectárea lagunar sufre la influencia de 4 hectáreas de regadíos intensivos. Los abonos (con nitrógeno y fósforo) se vierten en las parcelas de cultivo pero una parte termina por distintas vías en la laguna y eutrofizan sus aguas (abundancia de nutrientes). La transformación a regadío se ha reactivado en los últimos años, estimándose que haya existido en los últimos años entre 15.000 y 20.000 hectáreas de regadío al margen de las cifras oficiales. Muchos de estos perímetros de regadío son ilegales, como recientemente ha reconocido la Confederación Hidrográfica del Segura, que en 2020 identificó la existencia actual de 8.400 hectáreas de regadíos ilegales en la cuenca del Mar Menor.

Los estudios disponibles a partir de un modelo de simulación dinámica (Martínez-Fernández et al, 2013, 2014; Esteve et al, 2016) estiman que la contribución de los vertidos urbanos representa alrededor del 15% de la entrada total de nutrientes a la laguna, mientras que la actividad agraria del Campo de Cartagena sería responsable del 85% de dicha entrada total. Igualmente, distintos estudios hidroquímicos e isotópicos han permitido determinar que el principal origen de la contaminación por nitratos son los fertilizantes químicos utilizados en los cultivos (MAGRAMA, 2015). Este elevado flujo de nutrientes es el principal responsable de la crisis eutrófica que actualmente presenta la laguna, en la que la gran transparencia de las aguas, una de las características más singulares y atractivas del Mar Menor, ha sido sustituida por aguas turbias que, con frecuencia, dan lugar a episodios generalizados de la denominada «sopa verde».

Eutrofización en el Mar Menor

Durante varias décadas el Mar Menor fue capaz de absorber por tres vías esta entrada creciente de nutrientes (al menos 4.000-5.000 toneladas anuales de nitratos): desnitrificación en los humedales, captura por el fitobentos y, muy secundariamente, explosión de plancton gelatinoso (a finales de los 90 había más de 80 millones de medusas de gran tamaño). El fitobentos fue con toda seguridad el mecanismo principal de resiliencia que mitigó durante dos décadas la eutrofización. Pero a inicios del 2016 todo cambió. Dichos mecanismos fueron incapaces de absorber más y más nutrientes (especialmente los nutrientes adicionales de las salmueras tras la desalobración de las aguas subterráneas), éstos quedaron disponibles para el plancton y ese invierno -más cálido de lo normal- hubo una explosión masiva de fitoplancton. Los valores de clorofila-a (que es como se miden habitualmente estos procesos) se dispararon. El agua se puso turbia y dejó de llegar luz al fondo de la laguna. Esta turbidez se alargó durante meses y las comunidades del fitobentos no fueron capaces de sobrevivir sin luz y murieron en un 85%. Toda esa materia muerta (plantas y animales) demandó cantidades ingentes de oxígeno y todo ello derivó en unos primeros episodios de anoxia (ausencia de oxígeno). Cientos de caracolas (Hexaplex trunculus) salieron a la orilla para morir asfixiadas, junto con peces y otra fauna diversa. El Mar Menor ya no estaba controlado por el fitobentos. Ahora el plancton de la columna de agua era el que metabolizaba los nutrientes disponibles. Todo había cambiado. Adiós a las aguas cristalinas. Un Mar Menor de aguas verdes turbias y sedimentos pútridos había emergido para quedarse. Los fondos a partir de los tres o cuatro metros eran prácticamente anóxicos. Sólo las partes más superficiales mantenían ciertos niveles de oxigenación. La crisis eutrófica se había manifestado. El colapso ambiental del Mar Menor era ya una realidad y todas sus figuras de protección no fueron capaces de evitarlo.

Este nuevo Mar Menor eutrófico es muy distinto en su ecología y mucho menos atractivo turísticamente. La crisis ambiental arrastró al sector turístico y también a las pesquerías en un primer momento. Las fichas del dominó ecológico se estaban precipitando. Además, la capacidad de resiliencia del Mar Menor (de admitir nutrientes sin grandes alteraciones) se redujo drásticamente. Con menos aportaciones de nutrientes que antes, el daño ahora es mayor, por lo que tenemos que ser aún más exigentes con los drenajes agrarios. Su vulnerabilidad ante cualquier evento físico ocasional (riada, temperaturas máximas, etc.), aún dentro de la normalidad, es extrema. La eutrofización crónica mantiene al Mar Menor durante largos periodos en el límite de la hipoxia (en torno a los 5 mg/l de oxígeno disuelto) y cualquier factor externo, que antes no tenía efectos significativos, produce de inmediato crisis anóxicas y mortandades masivas de peces y todo tipo de invertebrados marinos. Los finales del verano y el inicio del otoño son especialmente críticos. Con la incapacidad de los poderes públicos murcianos de abordar el problema de los drenajes agrarios, ya señalados hace veinte años por la comunidad científica como los causantes últimos, hemos transformado un Mar Menor original, resistente y atractivo, en otro vulnerable, banal e inestable. Todo un éxito. Y a todos los que hemos conocido el Mar Menor en nuestra infancia y juventud se nos ha hurtado un importante referente emocional.

El 12 de Octubre de 2019, tras un episodio de lluvias torrenciales (DANA), vivimos una de las grandes mortandades de la vida acuática en la laguna (puede consultarse un análisis detallado en Ruiz et al. 2020). En este caso, la gran cantidad de nutrientes disponibles alimentaron frenéticamente la eutrofización y las aguas estratificadas producidas por la entrada de aguas menos saladas en superficie produjo, además de la anoxia habitual en las aguas más profundas, un proceso de euxinia, infrecuente en estos lares pero habitual en el Mar Negro (muy eutrofizado) y en humedales de menores dimensiones. En condiciones anóxicas, los sulfatos asociados a la materia orgánica son utilizados por las bacterias del azufre como fuente de oxígeno, liberando sulfuros, un tóxico de efectos mortales para la fauna acuática. Estas aguas anóxicas y tóxicas (repletas de sulfuros), que estaban en el fondo de la laguna, emergieron en superficie tras unos vientos fuertes y constantes y sorprendieron a la fauna que se había refugiado en esas aguas superficiales. Las imágenes de los peces saltando a la orilla de la laguna para morir se difundieron por todo el mundo. Un suicidio inducido vivido en directo.

A mediados de agosto de 2022 la historia se repitió. Un mar eutrófico, turbio, al borde de la hipoxia, fue incapaz de soportar unas temperaturas elevadas, aunque relativamente habituales para la época, y la crisis anóxica se disparó. Una tercera crisis de mortandad anunciada que refleja que poco o nada hemos hecho estos años anteriores para resolver el problema. Decenas de miles de peces y crustáceos bentónicos muertos en la cuenca sur por anoxia.

El colapso ecológico del Mar Menor no es fruto de una falta de conocimiento. Desde hace más de veinte años se venía alertando desde ámbitos científicos y también desde grupos ecologistas y otras organizaciones ciudadanas, sobre las múltiples presiones urbanísticas, turísticas y agrarias que estaba sufriendo la laguna. Específicamente se venía advirtiendo, al menos desde 1998, con múltiples estudios, informes y publicaciones científicas, del creciente peligro de eutrofización del Mar Menor debido a las ingentes cantidades de nutrientes procedentes sobre todo de los fertilizantes del regadío intensivo (véase, entre otros, Martínez Fernández y Esteve Selma, 2000; Martínez Fernández et al., 2013; Esteve et al, 2016). Todas las advertencias fueron en vano. La respuesta de las administraciones públicas fue ignorar o rechazar las evidencias contenidas en tales alertas. Ha sido un colapso anunciado y sistemáticamente negado.

El colapso ecológico constituye un daño ambiental de enorme relevancia que ha dado lugar a también a graves daños económicos en otros sectores, especialmente tras el episodio de mortandad masiva de octubre de 2019: el sector pesquero ha estado sin faenar durante un amplio periodo de tiempo y cuando volvió a faenar la demanda de productos del Mar Menor había caído en picado; la imagen turística del Mar Menor se había degradado hasta niveles difícilmente recuperables, con sustanciales cancelaciones en los alojamientos y las actividades turísticas; las actividades comerciales y de hostelería se han resentido y el valor  patrimonial de las viviendas del entorno del Mar Menor ha seguido cayendo. Se trata de una dolorosa lección acerca de que las actividades económicas no viven al margen del medio ambiente, sino que dependen estrechamente de la buena salud de los ecosistemas que, de forma directa o indirecta, las mantienen.

Regadíos intensivos junto al Mar Menor

El último año avistamos signos esperanzadores por distintos motivos. Destacamos seis de ellos: 1) Más de 630.000 firmas recogidas para la ILP que solicitaba el reconocimiento de personalidad jurídica al Mar Menor, ya aprobada, fruto de la honda indignación de la ciudadanía murciana y española en general, reclamando implícitamente una mayor atención gubernamental ante la crisis a que está sometida la laguna; 2) Una manifestación en Murcia de más de 70.000 personas en defensa de un Mar Menor Vivo y en demanda de una implicación y coordinación mucho más activas entre las administraciones responsables. 3) Una hoja de ruta para restaurar el Mar Menor por parte del Ministerio de Transición Ecológica, con 34 medidas y más de 400 millones de euros comprometidos para los próximos años. 4) Las encuestas oficiales parecen conceder al problema del Mar Menor un peso relevante en las preocupaciones de los ciudadanos de nuestra región y atribuyen más responsabilidad al gobierno regional en el colapso que a las restantes administraciones. 5) Ahora sabemos que este colapso ambiental ha supuesto al menos la pérdida de 4.150 millones de euros por la depreciación relativa de las viviendas del Mar Menor frente a las de otros sectores costeros próximos. 6) Por último, la macrocadena centroeuropea de distribución alimentaria Aldi pidió explicaciones a sus proveedores agrarios del Campo de Cartagena sobre su papel en la degradación de la laguna. Mientras, el caso Topillo, que investiga varias decenas de empresas agrarias y diversos ex-responsables de las administraciones públicas, sigue su andadura por la vía penal. Esperemos que se active en paralelo la normativa vigente sobre responsabilidad ambiental (quién degrada, paga la restauración).

En la hoja de ruta para la recuperación del Mar Menor es fundamental un cambio de modelo agrario en el Campo de Cartagena. Se ha propuesto una transición agroecológica, con distintos objetivos a corto, medio y largo plazo y una amplia batería de medidas, con el objetivo inicial de mejorar las prácticas convencionales, abordando a medio plazo su sustitución por prácticas ecológicas, a la vez que se trabaja en el objetivo a largo plazo de rediseñar los agroecosistemas de la cuenca del Mar Menor y de reconectar a los productores con los consumidores (Egea Fernández y Egea Sánchez, 2023).

Para el necesario cambio de rumbo las medidas urgentes a corto plazo son las siguientes: 1) reducir la superficie agraria intensiva, al menos las hectáreas de regadíos ilegales (en torno a 10.000), proceso ya en marcha; 2) rebajar los aportes de nitrógeno y fósforo por unidad de cultivo; 3) renaturalizar reticularmente el Campo de Cartagena mediante setos, revegetación de lindes y recuperación de ramblas y ramblizos; 4) retirar tierras irrigadas de la periferia de la laguna, ampliar las superficies de humedal natural y utilizar sistemas en serie de biorreactores y humedales para que conjuntamente contribuyan a retener y eliminar parte de la carga de nutrientes de las aguas superficiales y de las descargas subterráneas en superficie; 5) hacer un seguimiento exhaustivo de la recuperación natural del fitobentos, comunidades filtradoras y sedimentos, para evaluar la conveniencia de opciones de restauración más activas y 6) realizar todo esto con una modelización integral del conjunto del socioecosistema (laguna del Mar Menor y cuenca de drenaje), que permita evaluar de manera científicamente robusta el coste-efectividad de cada una de estas medidas.

Buena parte de las medidas expuestas fueron recogidas en la Ley de Protección Integral del Mar Menor. Un estudio reciente, utilizando herramientas de simulación, ha estimado que si todas las medidas incluidas en dicha ley se pusieran en marcha de forma completa e integral, la exportación de nutrientes se podría reducir en un 70% (López Ballesteros et al., 2023).

Los elementos de acuerdo entre la ciudadanía acerca de las principales medidas que se deberían adoptar son también esperanzadores. Una encuesta realizada en 2017 (Guaita et al. 2021), mostró un elevado consenso entre la población local sobre las medidas prioritarias, consistentes en reducir la superficie de regadío, desnitrificar en origen las salmueras (en las propias instalaciones desalobradoras y fincas agrícolas), eliminar los usos irregulares de aguas subterráneas, recuperar humedales naturales y aplicar soluciones basadas en la naturaleza a escala de parcela agrícola y en el conjunto de la cuenca. Un estudio posterior basado en entrevistas a distintos actores en el ámbito del Mar Menor y su cuenca (Guaita et al., 2022) mostró igualmente un elevado consenso sobre la necesidad de reducir la superficie de regadío en el Campo de Cartagena.

Solo con una visión integral y con medidas como las expuestas tendremos una hoja de ruta sólida y eficaz que permita recuperar la laguna en todos sus compartimentos naturales, nos facilite el acceso a los fondos europeos que se van a necesitar para este gran proyecto de restauración ecológica y nos acerque a un futuro ambiental, económico, social y emocional mucho más esperanzador para toda la comarca del Mar Menor y para el conjunto de la ciudadanía.

Referencias

Carreño, M.F. 2015. Seguimiento de los Cambios de Usos y su Influencia en las Comunidades y Hábitats Naturales en la Cuenca del Mar Menor, 1988-2009, con el Uso de SIG y Teledetección. Tesis Doctoral. Universidad de Murcia.

Egea Fernández, J.M.; Egea Sánchez, J.M. 2023. Agroecología en la cuenca del Mar Menor: situación actual y plan de acción. Informe para el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico. Marco de Actuaciones Prioritarias para recuperar el Mar Menor. Tragsa. Biomurcia.

Esteve MA, Martínez J, Fitz C, Robledano F et al. 2016. Conflictos ambientales derivados de la intensificación de los usos en la cuenca del Mar Menor: una aproximación interdisciplinar. En Mar Menor: una laguna singular y sensible. Evaluación científica de su estado. Instituto Español de Oceanografía. Madrid. pp. 79-112.

Guaita N; Martínez-Fernández J; Barrera CJ; Esteve-Selma MA; Fitz CH. 2021. Local perceptions regarding a social–ecological system of the Mediterranean coast: the Mar Menor., Murcia, Spain. Environment, Development and Sustainability, 23:2882–2909. 

Guaita-García, N.; Martínez-Fernández, J.; Barrera-Causil, C.J.; Fitz, C. 2022. Stakeholder analysis and prioritization of management measures for a sustainable development in the social-ecological system of the Mar Menor (SE, Spain). Environmental Development, 42: 100701. 10.1016/j.envdev.2022.100701

López-Ballesteros, A.; Trolle, D.; Srinivasan, R.; Senent-Aparicio, J. 2023. Assessing the effectiveness of potential best management practices for science-informed decision support at the watershed scale: The case of the Mar Menor coastal lagoon, Spain. Science of the Total Environment, 859: 160144.

MAGRAMA. 2015. Caracterización de las fuentes de contaminación de aguas subterráneas mediante técnicas multisotópicas. Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente.

Martínez Fernández, J.; Esteve Selma, M.A. (2000). Martínez Fernández, J. y Esteve Selma, M.A., 2000. Estimación de la contaminación agrícola en el Mar Menor mediante un modelo de simulación dinámica. Mediterranea, 17: 19-25.

Martínez Fernández, J.; Fitz, C.; Esteve Selma, M.A.; Guaita, N.; Martínez-López, J. (2013). Modelización del efecto de los cambios de uso del suelo sobre los flujos de nutrientes en cuencas agrícolas costeras: el caso del Mar Menor (Sudeste de España). Ecosistemas, 22(3): 84-94.

Martínez J, Esteve MA, Martínez-Paz JM, Carreño MF, Martínez-López J, Robledano F, Farinós P. 2014. Trade-Offs Between Biodiversity Conservation and Nutrients Removal in Wetlands of Arid Intensive Agricultural Basins: The Mar Menor Case, Spain. En Developments in Environmental Modelling, 26:275 – 310.

Ruiz Fernández, J.M.; León, V.M.; Marín Guirao, L.; Giménez Casalduero, F.; Alvárez Rogel, J.; Esteve Selma, M.A.; Gómez Cerezo, R.; Robledano Aymerich, F.; González Barberá, G.; Martínez Fernández, J. 2020. Informe de síntesis sobre el estado actual del Mar Menor y sus causas en relación a los contenidos de nutrientes. Boletín Contencioso-Administrativo. La protección del Medio Ambiente: Derechos de la ciudadanía. Juezas y Jueces para la Democracia, 3, nº 2: 4-12.



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LOS EDITORES DEL BLOG

Fernando T. Maestre es profesor en la King Abdullah University of Science and Technology y miembro de la Real Academia de las Ciencias. Su actividad investigadora le ha llevado a trabajar en zonas áridas de seis continentes y ha derivado en más de 300 publicaciones científicas y de divulgación. Sus contribuciones al estudio de las zonas áridas y la búsqueda de soluciones a su problemática ambiental han sido reconocidas por premios como el Rei Jaume I, Categoría de Protección del Medio Ambiente (2020), y el Premio Nacional de Investigación Alejandro Malaspina (2022). Laboratorio de Ecología de Zonas Áridas y Cambio Global de la Universidad de Alicante

Santiago Soliveres Codina, profesor titular de la Universidad de Alicante, es un ecólogo interesado en las interacciones entre plantas, cómo se ensamblan las comunidades bióticas, las relaciones entre la diversidad y el funcionamiento del ecosistema, el efecto del pastoreo, cambios en el clima o el uso de la tierra en la biodiversidad, la restauración de ecosistemas antropizados, y la ecología de las costras biológicas del suelo. La mayor parte de mi investigación se centra en tierras secas. CodinaLab.

Jaime Martínez Valderrama es científico titular de la Estación Experimental de Zonas Áridas del CSIC. Es especialista en desertificación y Cambio global. Apasionado de las montañas y los desiertos, es acérrimo partidario del enfoque holístico para comprender el funcionamiento de los socio-ecosistemas. Además es escritor y divulgador destacando, en este contexto, su libro Los desiertos y la desertificación.

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